Juramentan representantes ONG ante organismo regula esas actividades
19 julio, 2017Ministro Economía ve oportunidad país vuelva a exportar café al recibir sello calidad Unión Europea
20 julio, 2017Isidoro Santana: “Soy parte de una generación que tenía la intención de cambiar el mundo”
El ministro de Economía, Isidoro Santana, reflexiona sobre el oficio del economista. Nos cuenta por qué decidió estudiar esta carrera, a principios de la ya lejana década del 70, y pese a que su padre lo “mandó” a estudiar para ser médico. Sus razones eran las mismas que, a su entender, definen el rol del economista hoy en día: la necesidad de alcanzar el desarrollo.
Desde entonces, muchas cosas han cambiado, dice, pero la brecha entre nuestra realidad y el mundo desarrollado sigue siendo un abismo.
¿Cuáles razones lo motivaron a estudiar economía y en qué contexto ocurre?
Bueno, ¡desde eso ha pasado tanto tiempo y el mundo ha cambiado tanto! Habría que empezar diciendo que yo soy parte de una generación que tenía la intención de cambiar el mundo y la verdad es que nos propusimos hacerlo. Mi padre me mandó a la Universidad para que fuera médico. Creo que ese año de Colegio Universitario, previo a las materias propias de las carreras, servía para muchas cosas. Entre ellas, para que uno tuviera más tiempo para reflexionar sobre la carrera que se debía tomar. Yo entendí que la economía, que era una carrera de la cual se conocía muy poco en ese tiempo, me podía ayudar más a cumplir mis deseos. Además de ganarme la vida, me ayudaría a entender nuestra realidad y, en base a eso, tratar de actuar sobre ella. Eso fue lo que me llevó a estudiar economía.
¿Eso para qué año era?
Era en los inicios de los 70. Yo entré a la carrera, propiamente, a principios de 1971.
¿Había ya generaciones de economistas graduados en el país?
Algunos economistas que estudiaron fuera habían llegado. El primero que llegó a vivir aquí fue Bernardo Vega. También hubo otro, José Cordero Michel, que lamentablemente no llegó a sobrevivir, murió en la Expedición del 14 de Junio de 1959. Él dejó un libro llamado El informe sobre la República Dominicana, que creo que fue el primer libro de economía escrito por un dominicano. Después de eso, en los años 60, la UASD creó una carrera que no era propiamente economía, porque estaba unida con contabilidad y administración. Eran una sola profesión. Después, la mayoría de los egresados de esa carrera se dedicaron a la contabilidad y la administración, que en principio tenían mayor campo laboral. Luego se fundó la Escuela de Economía, separada. Cuando entré ya tenía unos cuatro o cinco años, y ya habían salido los primeros economistas graduados. Carlos Despradel es uno de los primeros que se graduaron de la carrera en el país.
¿Cuál es la principal tarea o el principal problema que tiene que resolver el economista dominicano de hoy?
Bueno, cuando yo comencé a estudiar economía mi sueño era alcanzar a vivir en un país desarrollado. Ya sé que no lo voy a alcanzar. El país ha logrado avances significativos en diferentes áreas, aunque hay aún una distancia abismal con los países desarrollados. Yo pienso que la principal tarea de los economistas es contribuir a superar el desarrollo. No solo en términos de variables como el crecimiento de la economía, aunque esa es fundamental, sino en todas esas trabas que se manifiestan en temas como la educación, la salud pública, la infraestructura y muy particularmente el desarrollo institucional. Creo que superar esas cosas debe ser la aspiración de cualquier economista.
“Cuando yo comencé a estudiar economía mi sueño era alcanzar a vivir en un país desarrollado. Ya sé que no lo voy a alcanzar”.
¿Ha cambiado en algo el ejercicio profesional en las últimas décadas? ¿El campo laboral ha evolucionado?
El campo ha cambiado muchísimo, obviamente. …Creo que no hay una profesión que no haya sufrido cambios. Solamente el hecho del acceso y uso de los recursos tecnológicos ha inducido cambios en la forma de ejercer cualquier profesión. Desde ese punto de vista los economistas más jóvenes tienen cierta ventaja porque se han formado y crecido en ese mundo. Yo diría que se ha abierto más campo para el economista que se dedica a los aspectos sectoriales. Por ejemplo, hay ahora más campo para los economistas que se dedican a temas como los mercados financieros o las telecomunicaciones que lo que había cuando yo empecé a estudiar esta carrera.
¿Es decir que se han diversificado y ampliado las oportunidades de desarrollo profesional para los economistas?
Sí, se han diversificado. No hay dudas de que mientras más pequeño es un país y más pequeña su economía, más reducido es el campo de trabajo. En este país, por ejemplo, no hay forma de vender más de 200 o 300 libros. En países grandes puedes publicar un libro y eso sufraga el costo de tu esfuerzo. Además las instituciones aquí tienen menos presupuesto para publicar, pero no hay dudas de que ahora hay más oportunidades que cuando yo inicié.
¿Un economista es, en esencia, investigador?
Puede no serlo, pero la probabilidad de trascender y triunfar en su profesión es menor cuando el economista no tiene esa chispa, esa capacidad de inquirir, de investigar, de tratar de encontrar la verdad recurriendo a su propio medio. Yo diría que para que un economista se desarrolle bien profesionalmente tiene que tener cierta vocación investigadora. Debe tenerla.
¿En el mercado local, cuál es la mayor aspiración profesional que puede tener un economista?
Bueno, creo que el máximo honor a que aspira un economista es ser ministro de economía (risas)… En cualquier país. Y en muchos países se está recurriendo a los economistas para que sean ministros de salud o de educación. Y gran parte de las reformas que han tenido lugar sobre todo en los temas de salud de América Latina, han tenido que ver con el trabajo que realizan los economistas. Y ya, afortunadamente, tenemos varias experiencias de países en que se ha elegido a presidentes economistas. Eso era poco conocido. Tenemos casos en Chile, Perú, Colombia… y República Dominicana. Naturalmente, no todo el mundo va a ser presidente o ministro. Pero todo el que se gradúa en la universidad tiene que tener grandes expectativas.
En su caso, que ya es ministro, ¿a qué más aspira? ¿Qué hará cuando salga de esta institución?
(Risas). Depende de cuándo salga. Te digo: en la vida política yo no tengo ningún futuro. Creí que podía tener futuro en la vida política cuando yo era muy joven. Pero no. Después de que salga del Ministerio de Economía tengo que seguir manteniendo a mi familia. Lo que estaba haciendo antes era trabajos de consultoría y entiendo que eso es lo que volveré a hacer.
“Después de que salga del Ministerio de Economía tengo que seguir manteniendo a mi familia. Lo que hacía antes era trabajos de consultoría y entiendo que eso es lo que volveré a hacer”.
Los dilemas éticos más importantes que ha enfrentado, ¿cuáles han sido?
A lo largo de su vida profesional un economista se enfrenta a muchos dilemas éticos. Por ejemplo, cómo usa las estadísticas. Hay gente que dice que las estadísticas demuestran cualquier cosa. Ves que históricamente ha habido datos estadísticos incluso contradictorios y mucha gente termina usando sólo los que soportan lo que quiere decir. Pero hay muchas otras cosas. Por ejemplo, por muchos años yo me dediqué por vocación a al tema impositivo. Eso me llevó a vincularme con mucha gente que trabajaba el tema. Muchas veces la persona que conocía esa temática era llamada por empresas privadas para que les prestara asesoría. Mucha gente entendió que dedicarse a eso era un buen negocio. Yo rápidamente me di cuenta de que a muchas empresas lo que les interesaba era una asesoría para tratar de ver cómo pagar menos impuestos, bien sea por medio de la evasión o la elusión. A algunos de los que tomaron eso como profesión les fue muy bien económicamente, pero yo decidí que yo no podía hacer eso. Me mantuve más aferrado a mi concepción de los impuestos como un tema orientado a la solución del problema social del país. No hay dudas de que eso fue un gran dilema. Y no fue que no asesoré organizaciones empresariales, pero no de manera individual. Lo hice haciéndoles ver, por ejemplo, las implicaciones de una reforma tributaria en un sentido determinado para su sector.
A la hora de aceptar el cargo de ministro, ¿hubo dilemas?
Mira, yo tengo que estarle muy agradecido al Presidente, porque no olvides que, cuando entré a este Ministerio, fui el único ministro designado sin ser miembro de ningún partido, ni de oposición ni aliado al Gobierno. La verdad es que no me dieron mucho tiempo de pensarlo, pero el Presidente entendió que era buena idea designarme en el cargo. No creo que eso fuera del agrado de mucha gente de su partido y mal podría yo decir que esa decisión no me satisfizo. Para mí fue un gran reconocimiento y, obviamente, un reto: no fallarle al país.
¿Hubo presiones o ataques de gente que sí es del partido oficialista?
Yo no diría que presiones, pero con seguridad, mucha gente estaba esperando otra cosa.
Supongo que la decisión también pudo generar el rechazo de gente de la sociedad civil que sataniza a profesionales que han sido muy críticos y aceptan un puesto en el Gobierno.
Mira, si uno oye un comentario de ese tipo, siendo, como yo, una persona con una larga trayectoria en la sociedad civil, pues no hay duda de que, emocionalmente, se siente mal, en el sentido de que quizás estén pensando que uno vino aquí a buscar algún beneficio individual. Eso, pues, me afecta. Pero es importante tener las ideas muy claras de lo que se quiere y tener su consciencia tranquila.
En otro orden, ¿cómo lidian los economistas con la necesidad de adaptar modelos económicos pensados en países desarrollados a realidades de países como el nuestro?
La mayor parte de los paradigmas que intentan interpretar el comportamiento económico de la sociedad se generan en los grandes centros de pensamiento, principalmente en países desarrollados. Eso es así. Y muchas veces esos centros de pensamiento actúan en función de las cosas que conocen, que son realidades diferentes a la nuestra. En base a eso se formulan los paradigmas y se formulan los códigos. El economista que vive en un país como el nuestro tiene que tomar y dejar. Tomar lo que puede servir y dejar de lado lo que entiende que no se puede aplicar a nuestra realidad. En eso hay que ser prácticos. Hay muchos economistas que, quizás en una primera etapa de sus vidas se denominaban liberales, keynesianos, estructuralistas, lo que fuera, y que a lo largo de la vida se dan cuenta de que nada de esto es lo apropiado para llegar a tener un buen entendimiento de nuestra realidad y actuar sobre ella. Entonces terminamos siendo gente pragmática que tratamos de entender nuestra realidad, nuestro país, y en base a eso recomendar lo que consideremos más apropiado.
¿Ha incurrido recientemente en la docencia o tiene alguna opinión sobre la formación que tienen los economistas más jóvenes?
Yo estuve mucho tiempo en la docencia. Fui profesor de muchas generaciones de economistas. Comencé dando clases en la UCE, luego en la UASD, en Intec (que fue donde más tiempo estuve), en la Ucamaima y otras universidades. Evidentemente la formación de los economistas ha cambiado. En la medida en que han llegado al país economistas mejor formados, con doctorados de otros países, tenían más capacidad para formar a las nuevas generaciones que los antiguos. Ahora, ya tengo bastante tiempo fuera del mundo académico y no tengo demasiados elementos de juicio. Sí creo, por lo que veo, que los economistas más jóvenes tienen mejor dominio del instrumental cuantitativo y tecnológico que los que nos formamos en las etapas iniciales. Aunque, probablemente, y eso es fruto de un cambio que no solo afecta a los profesionales de economía, sino a muchas otras profesiones, tienen menor visión del tema social y de lo que se busca. Así, puedes ser muy bueno utilizando un instrumental cuantitativo para que al final te de un número, pero no tener muy claro qué hacer con ese número.
Esta entrevista es una entrega de la serie Economista hoy, que Argentarium publica a propósito de la celebración del Día Nacional del Economista, el 18 de julio.
Vía: www.argentarium.com