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Discurso Ministro Santana en Diálogo Político sobre Cadenas de Valor Globales

El Ministro de Economía, Isidoro Santana, desarrolla un recuento histórico sobre los pilares de las cadenas de valor globales en la República Dominicana.

Señores,

Rafael Paz, Director del CNC

Annalisa Primi, Jefe de la Unidad de Innovación y Políticas Estructurales del CD de la OCDE

Distinguidos visitantes, algunos provenientes de lejanos países y continentes

Bienvenidos a la República Dominicana. Y bienvenidos a esta 11ava. Reunión Plenaria de la Iniciativa de la OECD para el Diálogo Político sobre Cadenas Globales de Valor: Transformación Productiva y Desarrollo, auspiciada por el Gobierno Dominicano, la OECD, la Comisión Europea, la Comisión Económica para África de las NU, la Conferencia de las NU para el Comercio y el Desarrollo, y la Organización de las UN para el Desarrollo Industrial.

Espero disfruten de los atractivos de este cálido y acogedor Caribe y de las bellezas de nuestras playas. Y por si acaso les alcanza el tiempo, recuerden que la República Dominicana es mucho más que sus playas. Es una hermosa isla del Caribe con ciudades, valles y verdes montañas, un pueblo alegre y hospitalario, empeñado en lograr su progreso, y encantado de acoger sus visitas.

Señoras y señores

En este mundo cada vez más interconectado y globalizado, los países de América Latina y el Caribe tenemos cierto camino recorrido, pero todavía uno más largo pendiente de recorrer en materia de Transformación Productiva e integración en las Cadenas Globales de Valor.

Es evidente que lograr una inserción exitosa puede constituir la única oportunidad para los países en desarrollo de insertarse en el comercio global y diversificar sus exportaciones, dadas las dificultades que pueden enfrentar para realizar el proceso de producción completo de bienes complejos.

Macroeconómicamente, la República Dominicana es uno de los países más exitosos de la región, éxito reflejado en las altas tasas de crecimiento, diversificación productiva y estabilidad de precios. Nuestro país está en la segunda isla más extensa del Caribe, la cual compartimos con Haití, somos el tercer país en población del área de Centro América y el Caribe, y la economía más grande de la zona.

Aún así, estamos lejos de alcanzar una inserción dinámica e inclusiva en el mercado internacional aprovechando las oportunidades que puede brindar el desarrollo tecnológico. Y no obstante que en años recientes hemos registrado algunos progresos sociales, todavía arrastramos elevados niveles de pobreza e inequidad, carencias en los servicios públicos y precaria institucionalidad.

Tradicionalmente, la inserción del país en el comercio mundial se producía mediante la exportación de materias primas: Azúcar, cacao, café, tabaco, o bien minerales.

En la época moderna, la actividad de mayor éxito en la inserción de la economía nacional en las cadenas globales de valor ha sido el turismo. Gracias a algunas ventajas naturales y sociales, nuestro país se convirtió en un líder regional en desarrollo de un turismo de masas. Y aun así, no ha logrado el impacto que habríamos deseado en materia de creación de valor e inclusión social, aunque se le reconoce la ventaja de sus encadenamientos hacia atrás, generando mayor integración con los demás sectores.

Ciertamente que hay eslabones que se mantienen fuera del control nacional, como la comercialización, y que se plantea la necesidad de superar el esquema del paquete todo incluido de sol y playa, pero su incidencia en la generación de una parte sustancial de las divisas requeridas por el funcionamiento de la economía, en la generación de empleos y en las demandas inducidas ha sido crucial en el crecimiento experimentado por la economía nacional.

Por el lado de la industria, desde mediados de la década de los 80, y particularmente tras las reformas económicas de la década de los 90, las exportaciones dominicanas de bienes sufrieron una importante transformación. El régimen de incentivos de las zonas francas, que estaba vigente desde 1968, en las nuevas condiciones tuvo una gran capacidad de atraer inversiones foráneas. Inicialmente, el principal desarrollo se dio alrededor de las actividades de confecciones y calzados. Posteriormente fueron apareciendo nuevas actividades, como productos médicos, eléctricos, joyas, etc.

Paralelamente con la inserción en esas cadenas globales de valor, se produjeron algunos procesos de integración productiva, como el hecho de que ya prácticamente el país no exporta tabaco en rama, sino que nos hemos convertido en los principales exportadores mundiales de cigarros.

El éxito mostrado por la inserción en las cadenas globales de valor que operan fundamentalmente el turismo y las zonas francas sin dudas ha sido uno de los pilares de la estabilidad económica y el crecimiento mostrado por el país.

Algunas limitaciones, sin embargo, se han hecho presentes en la evolución de las empresas que participan en cadenas globales de valor. Con excepción del turismo, no se ha operado una vinculación el resto del aparato productivo nacional que permita la difusión de sus efectos al resto de la economía.

Se ha conformado un aparato productivo marcadamente dual: por un lado, las zonas francas, totalmente insertas en el mercado mundial, y, por el otro, el resto del aparato productivo, con grandes dificultades para penetrar de forma masiva los mercados internacionales. La causa posiblemente radica en las condiciones de productividad en el resto del aparato productivo, lo que plantea el desafío de cómo avanzar hacia condiciones homogéneas de eficiencia en todo el entramado productivo.

En adición, todavía nos hemos quedado en aquellas etapas de los procesos manufactureros cuya competitividad se define por los bajos costos laborales. Y, de cara al futuro, esto presenta el riesgo de que el país quede atrapado en la trampa del ingreso medio.

Y el ambiente mundial nos plantea ahora serias amenazas que podrían dificultarnos el camino. No solo por el cambio climático, ante el cual estamos particularmente expuestos por nuestra condición de pequeño estado insular, sino por los intentos de rompimiento del orden económico e institucional de postguerra, basado en el multilateralismo, la apertura comercial, la resolución pacífica de conflictos y políticas de bienestar social.

Tendríamos que entender que, si bien es cierto que la globalización no ha dejado a todos satisfechos, no hay dudas de los tantos progresos que ha permitido a la humanidad.

En términos locales, aunque todavía no se percibe como una amenaza visible, la renovada tendencia hacia el proteccionismo y el unilateralismo, por un lado, y hacia una menor fragmentación internacional de los procesos productivos, pudiera constituir una amenaza para la capacidad de atracción de nuevas actividades.

Nuestra mayor debilidad en el intento de aprovechar el momento, e insertarnos en la revolución tecnológica que estamos viviendo, proviene de la debilidad ancestral de la educación. Esto aplica para toda América Latina, pero particularmente para la República Dominicana por el rezago que arrastra, pese al notorio esfuerzo que realiza el actual Gobierno para superarlo.

Y en términos internacionales, no hay dudas de que la manera más eficaz de lograr que las nuevas tecnologías, los nuevos procesos y productos, se reflejen en bienestar generalizado, es manteniendo el diálogo e intercambio entre las naciones. Necesitamos que la globalización sea buena para todos, que el crecimiento económico sea inclusivo y que se tienda hacia una mayor cooperación entre los pueblos.

No parece que el unilateralismo vaya a aportar mucho en esa dirección. Por esta razón, valoramos el diálogo multilateral que resulta de esta iniciativa, el intercambio de experiencias y de compromisos, así como la búsqueda de soluciones concertadas a los cambiantes problemas que afronta la humanidad.

 

Muchas gracias

Isidoro Santana,

Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo

15 de noviembre de 2018

 

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